SORPRESAS, RISAS Y MIEDOS

Esta semana ha sido así, de sorpresas, risas y miedos. El miedo al que me refiero no ha tenido nada que ver con la semana de Halloween y sus calaveras, ha sido un miedo más gratificador, de los que dan risa aunque ese temor siga siendo de lo más acojonante. Es el tipo de miedo que llega con las sorpresas, con lo más inesperado, tan sorprendente que a veces tiene hasta que ver con los sueños.
Le pasó a mi hermano, que es casi como si me pasara a mí.
Aunque suelo pijarme con cualquiera, con mi hermano y mi amiga Ana son con las dos personas que más y mejor me río. Cuando conoces a alguien tanto que sabes de dónde viene cada uno de sus gestos, cuando tienes tanta confianza como para contar lo más íntimo y angustioso mientras esperas que tu cómplice te dé la mínima oportunidad para romper el drama con una carcajada, y, sobre todo, cuando hay mucho afecto de por medio, la risa es de una categoría muy diferente a cualquier otra. Es una risa confiada, que no busca quedar bien ante nada, sale del corazón y debe tener más beneficios palbody que quince polvos seguidos. Tal vez por esta creencia yo nunca entendí ese absurdo comportamiento que tienen la mayoría de mis "amigas" de no salir apenas con sus colegas cuando se echan chati. Y por supuesto compruebo, las pocas veces que las veo, que cada vez ríen menos.
La risa de mi hermano no es ruidosa, más bien chulesca, la ofrece casi por completo con los ojos, la de Ana y la mía es todo lo contrario, bastante cantosa y en ocasiones con demasiada fuerza, como si fuéramos muy conscientes de que con ella podemos atraer buenas vibraciones unas veces y liberarnos de mucha mierda en otras. Esto a veces se confunde con una actitud agresiva, y ya tenemos hipercomprobado que cuando salimos las dos juntas debemos de llevar algo de cuidado con los demás, porque como no vayas de un palo parecido puedes pillar con nosotras unas paranoias considerables. Nunca pasarás una tarde normal, o te reirás mucho o llegarás a casa maldiciéndonos; lo más gracioso es que no hacemos nada del otro mundo. Muchas veces lo hablamos y aún no sabemos qué tenemos que hacer para no emparrar tanto a la peña. Cuando nos cansamos del dilema yo suelo cerrar el asunto con un tajante: "Somos unas deskiciantes, qué más da, es lo que hay ." Ana me mira unos segundos muy seria dándome la razón, acto seguido su pico se desboca en un sonido al más auténtico estilo-graja. Me encanta.
Es posible que las personas que más nos reímos seamos las personas que más miedos tenemos, precisamente Ana y yo de lo que más nos reímos es de nuestras sombras y delirios, nos ridiculizamos a nosotras mismas con facilidad, sabiendo que una vez que toques fondo ya no hay de qué preocuparse, te has desnudado sin necesidad de un psicoanalista: la vida es una locura y eso es más que suficiente para querer reírte cada día. Éste es el único análisis serio que cualquiera debería hacer, el resto sólo ha de servirnos para jugar y entretenernos.
(ANÉCDOTA BORRADA POR PETICIÓN DEL PROTA: ACERCA DEL VIAJE DE MI HERMANO A SEVILLA ACOMPAÑANDO A "ANGELUS APATRIDA")