Comienza febrero: Mar adentro.

Y entramos en el mes de las tiendas repentinamente enamoradas, forradas de corazones, y toda clase de objetos presumiendo de rosa-pastel. Han sufrido un flechazo, pero sin sus contratiempos, en busca sólo del beneficio. Se nos contagia y sólo vemos la parte benéfica..., las parejas se gastan una pasta y los solitarios se preguntan cuánto tiempo hace que no sufro un flechazo? Molaría que de vez en cuando alguien me regalara una pijada de éstas. Es una mierda, pero no estaría mal que alguien la ofreciera para poder rechazarla.

Y llegas a casa y suena. Una canción que tiene todo la valentía y sensibilidad que necesitas. Sólo estás dispuesta para alguien que no tema sentirse así, como una música destinada a espacios sin nombre. De celebrarse algo debería ser el leal acompañamiento de la música en todos nuestros apasionamientos. Aunque sólo sea por fácil que resulta arriesgarte de nuevo cuando suena de fondo algo grande, Mar adentro o cualquier otra canción de cualquier Héroe que ha sabido retar al silencio para que el escepticismo y la ironía salten por los aires y brille cualquier amago de esencia bruta.
Da igual todos los febreros que deban alejarse mar adentro, nunca te dejes convencer si no está presente la chispa adecuada; no toleres su ausencia en nada de lo que hagas. A no ser que quieras ver tu corazón ya de plástico, un febrero cualquiera, de un año cualquiera, expuesto en un escaparate.


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