Tanto petardo con cohete en mano.
Anoche, supuestamente, acabaron las fiestas de primavera en Murcia. Puedo disfrutar del castillo final con alegría, por eso precisamente, por ser el final, preludio de un cielo calmo e insonoro.
Anoche prácticamente toda Murcia se acostó muy tarde, pero a algún cavernícola se le ha ocurrido que agasajarnos con un muestrario de petardos entre las 8 y media de la mañana y las 11 era una estupenda idea para no pecar demasiado en el descanso. Esta genialidad viene directamente del ayuntamiento o de la iglesia y sus pasos. Venga de quien venga YO ME CAGO EN SU PUTA MADRE. Pues ha sido una pesadilla, una pesadilla pero sin su sueño, y me he levantado exclusivamente para abrir el blog y poder cagarme... con disgusto pero muy a gusto.
Reconozco que soy especialmente sensible a los ruídos, pero lo que han hecho hoy no lo aguantaba ni mi hermano, de orepa insensibilizada gracias al heavy metal.
Y lo peor es ver lo mal que lo pasan los animales, pueden tirarse horas temblando, cortesía de los más cazurros de la ciudad.
He pensado en lo que deben ser las Fallas y la que ha empezado a temblar he sido yo. Flipo con nuestras spanish parties y sus tradiciones. Por no hablar de todas esos festejos del palo que derrapan animales. Por qué a nadie se le ocurre meter a una pantera para darle más emoción a unas fiestas que se van quedando ya demasiado retro? La evolución de las especies dentro de la tradición sería una estupenda manera de acercarnos al progreso.
Mi odio hacia la pirotecnia, tal como se practica hoy en día, hace que las fiestas valencianas me parezcan de lo más espeluznantes, una tortura para miles de animales en sus hipersensibles tímpanos. Me parece una putada que la belleza que desprende la luz y el color de la mayoría de castillos sea ahogada por esos porrazos al aire que no hacen otra cosa más que recordar un bombardeo. A todos los amantes de los truenacos los mandaba yo a alguna guerra, a ver si luego tenían ganas de estar horas escuchando disparos. Que tirarte un cohete de vez en cuando por hacer un poco el indio pues vale, pero esa afición a dar por-culo al prójimo en el mismísimo oído es un derecho que puede agenciarse cualquier petardo. De los que están en tierra y no saben volar.
Bueno, voy a intentar dormir un poco. Gracias a esta escritura algo me he desahogado, gracias a estas benditas palabras ya no necesitaré matar a nadie.
Pues eso, benditas palabras y malditos petardos.
Anoche prácticamente toda Murcia se acostó muy tarde, pero a algún cavernícola se le ha ocurrido que agasajarnos con un muestrario de petardos entre las 8 y media de la mañana y las 11 era una estupenda idea para no pecar demasiado en el descanso. Esta genialidad viene directamente del ayuntamiento o de la iglesia y sus pasos. Venga de quien venga YO ME CAGO EN SU PUTA MADRE. Pues ha sido una pesadilla, una pesadilla pero sin su sueño, y me he levantado exclusivamente para abrir el blog y poder cagarme... con disgusto pero muy a gusto.
Reconozco que soy especialmente sensible a los ruídos, pero lo que han hecho hoy no lo aguantaba ni mi hermano, de orepa insensibilizada gracias al heavy metal.
Y lo peor es ver lo mal que lo pasan los animales, pueden tirarse horas temblando, cortesía de los más cazurros de la ciudad.
He pensado en lo que deben ser las Fallas y la que ha empezado a temblar he sido yo. Flipo con nuestras spanish parties y sus tradiciones. Por no hablar de todas esos festejos del palo que derrapan animales. Por qué a nadie se le ocurre meter a una pantera para darle más emoción a unas fiestas que se van quedando ya demasiado retro? La evolución de las especies dentro de la tradición sería una estupenda manera de acercarnos al progreso.
Mi odio hacia la pirotecnia, tal como se practica hoy en día, hace que las fiestas valencianas me parezcan de lo más espeluznantes, una tortura para miles de animales en sus hipersensibles tímpanos. Me parece una putada que la belleza que desprende la luz y el color de la mayoría de castillos sea ahogada por esos porrazos al aire que no hacen otra cosa más que recordar un bombardeo. A todos los amantes de los truenacos los mandaba yo a alguna guerra, a ver si luego tenían ganas de estar horas escuchando disparos. Que tirarte un cohete de vez en cuando por hacer un poco el indio pues vale, pero esa afición a dar por-culo al prójimo en el mismísimo oído es un derecho que puede agenciarse cualquier petardo. De los que están en tierra y no saben volar.
Bueno, voy a intentar dormir un poco. Gracias a esta escritura algo me he desahogado, gracias a estas benditas palabras ya no necesitaré matar a nadie.
Pues eso, benditas palabras y malditos petardos.
Raquel Bermúdez González
LaRakeLa 2010