Mademoiselle Chambon... eres tú?

Nuestra vida suele parecernos, la mayor parte del tiempo, o dramática o aburrida. Si la tragedia nos persigue ansiamos aburrimiento, si vivimos demasiado tranquilos preferiríamos algo de trágica pasión. Uno de los grandes atractivos del cine es la posibilidad de combinar en un pequeño espacio de tiempo el sosiego y la acción más rocambolesca, creando un ritmo y un equilibrio inexistente en nuestras propias vivencias y, por lo tanto, de lo más deseable. El cine ha sido siempre engañoso, pero especialmente estafador cuando no se centra en un solo extremo y te cautiva fácilmente estimulándote con ese juego bipolar. La vida no es sentida así por la mayoría, o nos pesa por su aburrimiento o nos pesa por su hiperactividad. Hay quienes se elevan a través de la meditación, hay quienes se elevan sólo a pleno rendimiento, siempre hay uno de los polos que nos jode más que el otro, siempre hay uno de los polos que nos convence más que el otro. Por eso no me cuadra cuando en una película de acción, tras trepar un rascacielos, salvarte de la explosión de siete bombas, desactivar otro par de artefactos y huir del punto de ebullición en un deportivo a 300 kilómetros por hora, ese mismo día el protagonista es capaz de subir al tejado con su dama y exhalar humo bucal a cámara lenta mientras miran las estrellas y engullen plácidamente la belleza del infinito. No me jodas, que ser superhéroe desquicia mucho.

Me gustan las películas en las que predomina un solo palo, me gustan las películas que puedan ser muy ricas en matices pero no lleguen a ser bipolares, que documenten cualquier tipo de realidad, que tengan amago de Reality Show. Porque la realidad, ofrecida mediante minimalismo, puede crear una incertidumbre sorprendentemente barroca. 

"Mademoiselle Chambon" es minimal, romántica, real, del todo aburrida; pues hay un profundísimo dolor que no aprovecha ni un solo recurso efectista, contemplación del drama sin tragedias, ni siquiera un elegante numerito. Los planos son largos y medios, tal como evitamos acercarnos a la expresión de los rostros que nos rodean; los silencios son abusivos, tal como forzamos la quietud de nuestros escenarios; la previsibilidad de la historia es pronunciada, tal como conocemos la desembocadura de nuestros encuentros y romances. "Mademoiselle Chambon" no es para cualquier momento ni cualquier estancia. Pero ES.

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