HISTORIAS DE MUJERES - PARTE 2
HISTORIAS DE MUJERES (Rosa Montero) Resumen de la Introducci贸n, parte 2.
En esos finales del siglo XIX, los humanos llegaron a creer que podr铆an ordenar e iluminar todas las tinieblas de la realidad a trav茅s de la palabra definitoria del sabio, de la clasificaci贸n del erudito. Y entonces Darwin dice: "Se admite generalmente que en la mujer los poderes de la intuici贸n, la percepci贸n y quiz谩 la imi
En esos finales del siglo XIX, los humanos llegaron a creer que podr铆an ordenar e iluminar todas las tinieblas de la realidad a trav茅s de la palabra definitoria del sabio, de la clasificaci贸n del erudito. Y entonces Darwin dice: "Se admite generalmente que en la mujer los poderes de la intuici贸n, la percepci贸n y quiz谩 la imi
taci贸n
son m谩s se帽alados que en el hombre, pero algunas de estas facultades,
al menos, son caracter铆sticas de las razas inferiores, y, por
consiguiente, de un estado de civilizaci贸n pasado y menos desarrollado."
Desde la perspectiva de lo viril la mujer empez贸 a ser vista como una anomal铆a, un ser enfermo sujeto a menstruaciones y dolores. La insana y torturante moda de los cors茅s (llegaban a torcer las costillas y a provocar desplazamientos de 煤tero y de h铆gado) fomentaban los ahogos y los desmayos, y la falta de lugar en el mundo y de perspectivas vitales aumentaban las depresiones y las angustias. Por consiguiente la mujer era tenida por un ser enfermo y de hecho enfermaba: a finales del XIX y principios del XX hubo una epidemia de anor茅xicas, de pacientes aquejadas por extra帽as patolog铆as cr贸nicas, hasta llegar a las hist茅ricas de Freud. El novelista Henry James supo dibujar en sus libros el prototipo de la mujer de su 茅poca, inteligente y apasionada pero atrapada por las circunstancias sociales: posiblemente se inspirara en la vida de su propia hermana, Alice James, una mujer creativa y sensible a quien le gustaba escribir (sus diarios se publicaron hace poco), pero que no pudo ir a la universidad ni recibi贸 el apoyo necesario para dedicarse, como Henry, a la literatura. Alice fue una enferma cr贸nica: su enigm谩tico mal la convirti贸 en una inv谩lida desde los diecinueve a帽os, y cuando enferm贸 de un c谩ncer fulminante a los cuarenta y tres se alegr贸 de morir.
Las hero铆nas literarias del XIX (Ana Karenina, Madame Bovary, Ana Ozores/La Regenta) hablan de la tragedia de unas mujeres sensibles, inteligentes y capaces que viv铆an unas vidas sin sentido, que intentaban escapar del vac铆o a trav茅s del amor rom谩ntico y que pagaban muy cara su trasgresi贸n a las r铆gidas normas. Salvo excepciones (el escritor Mark Twain, por ejemplo, siempre fue deliciosamente feminista), deb铆a de ser tan hostil el entorno masculino y tan grande la incomprensi贸n de lo femenino, que muchas mujeres empezaron a escoger la solter铆a y a establecer relaciones de convivencia de por vida con otras mujeres. En Am茅rica eso era llamado por entonces "un matrimonio bostoniano" (la novela de Henry James "Las bostonianas" habla precisamente de ese mundo femenino) y no ten铆a que tener necesariamente un componente lesbiano, sino que en muchas ocasiones era una uni贸n emocional y c贸mplice frente a la vida de mujeres activas, independientes e intelectualmente inquietas que no quer铆an resignarse al encierro social.
(...)
Valientes y an贸nimas, s铆, as铆 fueron millones de mujeres del pasado. Precisamente, y seg煤n las 煤ltimas teor铆as acad茅micas, tal vez los textos an贸nimos de la historia de la literatura hayan salido en su mayor铆a de plumas femeninas. En otras ocasiones, las mujeres escrib铆an obras que luego sus c贸nyuges (o sus hombres:padres, hermanos, hijos) publicaban, como es el caso de la espa帽ola Mar铆a Mart铆nez Sierra (1874-1974), socialista y feminista, diputada de la Segunda Rep煤blica e importante dramaturga, aunque sus trabajos aparecieron bajo el nombre de su marido, Gregorio. Adem谩s ya est谩 dicho que las obras de las mujeres siempre han tendido a extraviarse y a olvidarse; perdida est谩, por ejemplo, el poema 茅pico LA GUERRA DE TROYA, de la griega Helena, en quien se inspir贸 Homero para hacer LA IL脥ADA. En fin, como dice Virginia Woolf, ¿qu茅 sucedi贸 con Judith Shakespeare, la hermana imaginaria, ambiciosa y llena de talento de Shakespeare?
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HISTORIAS DE MUJERES (Rosa Montero) Resumen de la Introducci贸n, parte 2.
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Desde la perspectiva de lo viril la mujer empez贸 a ser vista como una anomal铆a, un ser enfermo sujeto a menstruaciones y dolores. La insana y torturante moda de los cors茅s (llegaban a torcer las costillas y a provocar desplazamientos de 煤tero y de h铆gado) fomentaban los ahogos y los desmayos, y la falta de lugar en el mundo y de perspectivas vitales aumentaban las depresiones y las angustias. Por consiguiente la mujer era tenida por un ser enfermo y de hecho enfermaba: a finales del XIX y principios del XX hubo una epidemia de anor茅xicas, de pacientes aquejadas por extra帽as patolog铆as cr贸nicas, hasta llegar a las hist茅ricas de Freud. El novelista Henry James supo dibujar en sus libros el prototipo de la mujer de su 茅poca, inteligente y apasionada pero atrapada por las circunstancias sociales: posiblemente se inspirara en la vida de su propia hermana, Alice James, una mujer creativa y sensible a quien le gustaba escribir (sus diarios se publicaron hace poco), pero que no pudo ir a la universidad ni recibi贸 el apoyo necesario para dedicarse, como Henry, a la literatura. Alice fue una enferma cr贸nica: su enigm谩tico mal la convirti贸 en una inv谩lida desde los diecinueve a帽os, y cuando enferm贸 de un c谩ncer fulminante a los cuarenta y tres se alegr贸 de morir.
Las hero铆nas literarias del XIX (Ana Karenina, Madame Bovary, Ana Ozores/La Regenta) hablan de la tragedia de unas mujeres sensibles, inteligentes y capaces que viv铆an unas vidas sin sentido, que intentaban escapar del vac铆o a trav茅s del amor rom谩ntico y que pagaban muy cara su trasgresi贸n a las r铆gidas normas. Salvo excepciones (el escritor Mark Twain, por ejemplo, siempre fue deliciosamente feminista), deb铆a de ser tan hostil el entorno masculino y tan grande la incomprensi贸n de lo femenino, que muchas mujeres empezaron a escoger la solter铆a y a establecer relaciones de convivencia de por vida con otras mujeres. En Am茅rica eso era llamado por entonces "un matrimonio bostoniano" (la novela de Henry James "Las bostonianas" habla precisamente de ese mundo femenino) y no ten铆a que tener necesariamente un componente lesbiano, sino que en muchas ocasiones era una uni贸n emocional y c贸mplice frente a la vida de mujeres activas, independientes e intelectualmente inquietas que no quer铆an resignarse al encierro social.
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Valientes y an贸nimas, s铆, as铆 fueron millones de mujeres del pasado. Precisamente, y seg煤n las 煤ltimas teor铆as acad茅micas, tal vez los textos an贸nimos de la historia de la literatura hayan salido en su mayor铆a de plumas femeninas. En otras ocasiones, las mujeres escrib铆an obras que luego sus c贸nyuges (o sus hombres:padres, hermanos, hijos) publicaban, como es el caso de la espa帽ola Mar铆a Mart铆nez Sierra (1874-1974), socialista y feminista, diputada de la Segunda Rep煤blica e importante dramaturga, aunque sus trabajos aparecieron bajo el nombre de su marido, Gregorio. Adem谩s ya est谩 dicho que las obras de las mujeres siempre han tendido a extraviarse y a olvidarse; perdida est谩, por ejemplo, el poema 茅pico LA GUERRA DE TROYA, de la griega Helena, en quien se inspir贸 Homero para hacer LA IL脥ADA. En fin, como dice Virginia Woolf, ¿qu茅 sucedi贸 con Judith Shakespeare, la hermana imaginaria, ambiciosa y llena de talento de Shakespeare?
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HISTORIAS DE MUJERES (Rosa Montero) Resumen de la Introducci贸n, parte 2.
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