HISTORIAS DE MUJERES - PARTE 4
HISTORIAS DE MUJERES (ROSA MONTERO) Resumen de la INTRODUCCI脫N 脷ltima Parte.
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"Detr谩s de la casi absoluta totalidad de las mujeres que han alcanzado el poder antes del siglo XX hay un marido muerto. En ocasiones excepcionales el muerto era el padre, y a menudo hab铆a adem谩s un hijo o un hermano peque帽o del que ellas eran representantes o regentes, por lo menos en un primer momento, hasta que pod铆an afianzar su propio poder. (...) Hay gobernantas cegadas por la pasi贸n, como nuestra Juana la Loca, que pase贸 durante tres a帽os por toda Espa帽a el cad谩ver de su marido Felipe el Hermoso. O Artemisa II, reina de Halicarnaso, que al quedarse viuda de su marido mand贸 construir un monumento en su memoria que fue una de las siete maravillas del mundo antiguo y que a煤n hoy nos ha dejado el uso de la palabra mausoleo. Una antepasada de esta desconsolada viuda, Artemisa I, tambi茅n reina de Halicarnaso pero un siglo antes, hab铆a sido menos delicada en su pasi贸n: de enamor贸 de D谩rdano y, al ser rechazada por 茅l, le mand贸 arrancar los ojos y despu茅s se quit贸 la vida. Y es que ha habido mujeres escalofriantes. Como la gran Irene, subi贸 al poder a la muerte de su marido como regente de su hijo Constantino, que a la saz贸n ten铆a diez a帽os. Una d茅cada m谩s tarde el hijo tuvo que recurrir a un levantamiento militar para desalojar a su madre del trono (...) Acus贸 a su hijo de bigamia, luego lo destron贸, m谩s tarde lo encarcel贸 y por 煤ltimo lo mand贸 a cegar. Lo m谩s curioso de todo en que su cuerpo fue tra铆do a帽os despu茅s a Constantinopla con honores de reliquia, y ella fue canonizada por la Iglesia Ortodoxa: de modo que esta madre que mand贸 sacar los ojos de su hijo es hoy santa Irene para un buen pu帽ado de creyentes.
Relatos de soberanas fuertes y feroces indican que la mujer tambi茅n puede ser malvada, lo cual en cierto modo es un alivio porque nos reafirma en nuestra humanidad cabal y completa: somos capaces, como cualquier persona, de toda excelencia y todo abismo. ¿La m谩s mala de todas? Dif铆cil competici贸n, pero una perversa cl谩sica y emblem谩tica, del mismo modo que fue emblem谩tica la maldad del marqu茅s de Sade, es Elizabeth Bathory, la condensa sangrienta, una viuda h煤ngara que cre铆a poder conservar la juventud si se ba帽aba en sangre de doncella. Tortur贸, dicen, a m谩s de seiscientas j贸venes campesinas, a las que acab贸 degollando y desangrando. Descubiertos sus cr铆menes, la Bathory fue emparedada viva en su castillo.
Ha habido, en fin, mujeres de todo tipo. Empresarias de fuste, como Marie Brizard, cient铆ficas extraordinarias, como Mar铆a Agnesi Pinottini, una matem谩tica italiana que public贸 en 1748 el mejor tratado de c谩lculo diferencial que se hab铆a hecho hasta el momento, incluso hubo una mujer verdugo en la Francia del siglo XVIII: cuando, tras a帽os de oficio, descubrieron su sexo, la metieron en la c谩rcel por diez meses. Tras la insipidez de nuestra amnesia colectiva, pues, se oculta un abigarrado paisaje de mujeres extraordinarias, algunas admirables, otras infames. TODAS ELLAS TIENEN EN COM脷N UNA TRAICI脫N, UNA HUIDA, UNA CONQUISTA: TRAICIONARON LAS EXPECTATIVAS QUE LA SOCIEDAD DEPOSITABA EN ELLAS, HUYERON DE SUS LIMITADOS DESTINOS FEMENINOS, CONQUISTARON LA LIBERTAD PERSONAL.
Media humanidad, la parte femenina, ha vivido durante milenios una existencia a menudo clandestina y en gran medida olvidada, pero siempre mucho m谩s rica que la horma social en que estaba atrapada, siempre por encima de prejuicios y estereotipos. Porque hay una historia que no est谩 en la historia y que s贸lo se puede rescatar aguzando el o铆do y escuchando los susurros de las mujeres." ROSA MONTERO
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"Detr谩s de la casi absoluta totalidad de las mujeres que han alcanzado el poder antes del siglo XX hay un marido muerto. En ocasiones excepcionales el muerto era el padre, y a menudo hab铆a adem谩s un hijo o un hermano peque帽o del que ellas eran representantes o regentes, por lo menos en un primer momento, hasta que pod铆an afianzar su propio poder. (...) Hay gobernantas cegadas por la pasi贸n, como nuestra Juana la Loca, que pase贸 durante tres a帽os por toda Espa帽a el cad谩ver de su marido Felipe el Hermoso. O Artemisa II, reina de Halicarnaso, que al quedarse viuda de su marido mand贸 construir un monumento en su memoria que fue una de las siete maravillas del mundo antiguo y que a煤n hoy nos ha dejado el uso de la palabra mausoleo. Una antepasada de esta desconsolada viuda, Artemisa I, tambi茅n reina de Halicarnaso pero un siglo antes, hab铆a sido menos delicada en su pasi贸n: de enamor贸 de D谩rdano y, al ser rechazada por 茅l, le mand贸 arrancar los ojos y despu茅s se quit贸 la vida. Y es que ha habido mujeres escalofriantes. Como la gran Irene, subi贸 al poder a la muerte de su marido como regente de su hijo Constantino, que a la saz贸n ten铆a diez a帽os. Una d茅cada m谩s tarde el hijo tuvo que recurrir a un levantamiento militar para desalojar a su madre del trono (...) Acus贸 a su hijo de bigamia, luego lo destron贸, m谩s tarde lo encarcel贸 y por 煤ltimo lo mand贸 a cegar. Lo m谩s curioso de todo en que su cuerpo fue tra铆do a帽os despu茅s a Constantinopla con honores de reliquia, y ella fue canonizada por la Iglesia Ortodoxa: de modo que esta madre que mand贸 sacar los ojos de su hijo es hoy santa Irene para un buen pu帽ado de creyentes.
Relatos de soberanas fuertes y feroces indican que la mujer tambi茅n puede ser malvada, lo cual en cierto modo es un alivio porque nos reafirma en nuestra humanidad cabal y completa: somos capaces, como cualquier persona, de toda excelencia y todo abismo. ¿La m谩s mala de todas? Dif铆cil competici贸n, pero una perversa cl谩sica y emblem谩tica, del mismo modo que fue emblem谩tica la maldad del marqu茅s de Sade, es Elizabeth Bathory, la condensa sangrienta, una viuda h煤ngara que cre铆a poder conservar la juventud si se ba帽aba en sangre de doncella. Tortur贸, dicen, a m谩s de seiscientas j贸venes campesinas, a las que acab贸 degollando y desangrando. Descubiertos sus cr铆menes, la Bathory fue emparedada viva en su castillo.
Ha habido, en fin, mujeres de todo tipo. Empresarias de fuste, como Marie Brizard, cient铆ficas extraordinarias, como Mar铆a Agnesi Pinottini, una matem谩tica italiana que public贸 en 1748 el mejor tratado de c谩lculo diferencial que se hab铆a hecho hasta el momento, incluso hubo una mujer verdugo en la Francia del siglo XVIII: cuando, tras a帽os de oficio, descubrieron su sexo, la metieron en la c谩rcel por diez meses. Tras la insipidez de nuestra amnesia colectiva, pues, se oculta un abigarrado paisaje de mujeres extraordinarias, algunas admirables, otras infames. TODAS ELLAS TIENEN EN COM脷N UNA TRAICI脫N, UNA HUIDA, UNA CONQUISTA: TRAICIONARON LAS EXPECTATIVAS QUE LA SOCIEDAD DEPOSITABA EN ELLAS, HUYERON DE SUS LIMITADOS DESTINOS FEMENINOS, CONQUISTARON LA LIBERTAD PERSONAL.
Media humanidad, la parte femenina, ha vivido durante milenios una existencia a menudo clandestina y en gran medida olvidada, pero siempre mucho m谩s rica que la horma social en que estaba atrapada, siempre por encima de prejuicios y estereotipos. Porque hay una historia que no est谩 en la historia y que s贸lo se puede rescatar aguzando el o铆do y escuchando los susurros de las mujeres." ROSA MONTERO