J.FRANZEN
Jonathan
Franzen, intuye como un diablo y escribe como dios,
"Dejó que el teléfono se le cayera de la mano y se quedó llorando un rato, en silencio, sacudiendo la cama barata. No sabía qué hacer, no sabía cómo vivir. Cada cosa nueva con la que se cruzaba en la vida lo impulsaba en una dirección que l
o
convencía plenamente de que era la correcta, pero de pronto surgía ante
él otra cosa nueva y lo impulsaba en la dirección opuesta, que también
se le antojaba correcta. No había una línea argumental: se veía a sí
mismo como la bola puramente reactiva de una máquina del millón, en un
juego cuyo único objetivo era seguir vivo por el mero hecho de seguir
vivo. Echar a perder su matrimonio y seguir a Lalitha le había parecido
irresistible hasta el momento en que se había visto a sí mismo
personificado en el maduro compañero de trabajo de Jessica, como otro
americano blanco que consumía en exceso y se creía con derecho a más y
más y más: vio el imperialismo romántico presente en el hecho de
enamorarse de una mujer joven y asiática, una vez agotadas sus
provisiones nacionales.
...
La televisión era como la radio, sólo que diez veces peor. Para Walter, un país que seguía minuto a minuto cada falso giro de American Idol mientras el mundo se incendiaba merecía plenamente la pesadilla que le deparase el futuro, fuera cual fuese.
Naturalmente, se daba cuenta de que no estaba bien sentirse así. Era consciente de la estrecha conexión entre la ira y la depresión, consciente de que era malsano desde el punto de vista mental obsesionarse exclusivamente con situaciones apocalípticas, consciente de que, en su caso, la obsesión se alimentaba de la frustración con su mujer y la decepción con su hijo. Probablemente, si hubiese estado de verdad solo en su ira, no lo habría soportado.
Pero Lalitha lo acompañaba en cada paso del camino. Ella corroboraba la visión del mundo y compartía su sensación de apremio. Tenía la edad idónea para no sólo entristecerse y horrorizarse, sino sentir además repugnancia por la densidad y la miseria de la vida humana en Calcuta. Su repugnancia la había llevado, a su regreso a Estados Unidos, al vegetarianismo y los estudios del medio ambiente, con especial atención, ya en la universidad, a los problemas de la mujer en los países en vías de desarrollo. Pese a que casualmente había conseguido un buen empleo en Natural Conservancy al acabar la carrera, su verdadero interés había sido siempre (como el del propio Walter en su juventud), los problemas de la demografía y la sostenibilidad."
LIBERTAD, de Jonathan Franzen.
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La televisión era como la radio, sólo que diez veces peor. Para Walter, un país que seguía minuto a minuto cada falso giro de American Idol mientras el mundo se incendiaba merecía plenamente la pesadilla que le deparase el futuro, fuera cual fuese.
Naturalmente, se daba cuenta de que no estaba bien sentirse así. Era consciente de la estrecha conexión entre la ira y la depresión, consciente de que era malsano desde el punto de vista mental obsesionarse exclusivamente con situaciones apocalípticas, consciente de que, en su caso, la obsesión se alimentaba de la frustración con su mujer y la decepción con su hijo. Probablemente, si hubiese estado de verdad solo en su ira, no lo habría soportado.
Pero Lalitha lo acompañaba en cada paso del camino. Ella corroboraba la visión del mundo y compartía su sensación de apremio. Tenía la edad idónea para no sólo entristecerse y horrorizarse, sino sentir además repugnancia por la densidad y la miseria de la vida humana en Calcuta. Su repugnancia la había llevado, a su regreso a Estados Unidos, al vegetarianismo y los estudios del medio ambiente, con especial atención, ya en la universidad, a los problemas de la mujer en los países en vías de desarrollo. Pese a que casualmente había conseguido un buen empleo en Natural Conservancy al acabar la carrera, su verdadero interés había sido siempre (como el del propio Walter en su juventud), los problemas de la demografía y la sostenibilidad."
LIBERTAD, de Jonathan Franzen.
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