JOSE MUJICA
Texto de RAFAEL NARBONA:
Es imposible predecir el futuro, pero un cambio real y duradero sólo prosperará mediante una transformación de la mentalidad colectiva. Pepe Mujica, actual presidente de Uruguay y antiguo guerrillero tupamaro, que vive en una modesta chacra en las afueras de Montevideo y que cede el 90% de su sueldo (260.259 pesos uruguayos) a distintos proyectos contra la pobreza, pronunció un importante discurso en la Cumbre de los Pueblos Río+20 de 2012, planteando la necesidad de crear un nuevo modelo de desarrollo que no se basara en el consumo desenfrenado: “¿Qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? Más claro: ¿el mundo tiene los elementos hoy, materiales, como para hacer posible que 7 mil, 8 mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? […] ¿Es posible hablar de solidaridad y de que estamos todos juntos en una economía que está basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad? […] Nada de esto lo digo para negar la importancia de este evento. No. Es por el contrario. El desafío que tenemos por delante es de una magnitud, de carácter colosal, y la gran crisis no es ecológica, ¡es política! El hombre no gobierna hoy las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado lo gobiernan al hombre. Y la vida. [... ] ¡Estos son problemas de carácter político! que nos están diciendo la necesidad de empezar a luchar por otra cultura. […] Los viejos pensadores definían – Epicuro, Séneca, los Aymara – “pobre no es el que tiene poco, sino verdaderamente pobre es el que necesita infinitamente mucho y desea y desea y desea más y más“. ¡Esta es una clave de carácter cultural! […] Tenemos que darnos cuenta. Que la crisis del agua, que la crisis de la agresión al medio ambiente, no es una causa. La causa es el modelo de civilización que hemos montado, y lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir”. José Mújica no descubre nada nuevo, pero hace algo más importante. Llamarnos la atención sobre lo esencial. Su utopía se llama “cultura de la pobreza” y ya la planteó la teología de la liberación como alternativa a la economía de mercado. La “cultura de la pobreza” presupone que “nadie tiene derecho a lo superfluo hasta que todos tengan lo esencial” (Ignacio Ellacuría) y afirma que la liberación del ser humano será irrealizable sin la liberación de la Naturaleza, brutalmente explotada por un capitalismo insaciable: “Hoy gritan las aguas, los bosques, los animales, es toda la Tierra la que grita – escribe Leonardo Boff-. Dentro de la opción por los pobres y contra la pobreza debe ser incluida la Tierra y todos los ecosistemas. La Tierra es el gran pobre que debe ser liberado junto a sus hijos e hijas condenados”. Este ideal es profundamente revolucionario, pero no avanzará sin un ejercicio de reflexión colectiva que interiorice una nueva visión del mundo. El siglo XXI debería ser el escenario de ese cambio. La justicia, la libertad y la solidaridad no serán posibles, si el ser humano no logra revertir las fuerzas destructivas de un capitalismo incompatible con la paz social y la preservación de la vida. La esperanza siempre es insensata y temeraria, pero sin ella el futuro se cierra, transformándose en un muro impenetrable. “Traspasemos lo existente –escribió Ernst Bloch en El principio de esperanza (1959) -. El futuro no es una mera prolongación del presente. […] El futuro depende de nosotros, no nos dejemos llevar por la inercia del día a día ni por el derrotismo. El optimismo es una cuestión de voluntad, centrémonos en lo modificable y en lo que depende de nosotros”. La humanidad aún puede reinventarse a sí misma y alumbrar un mañana ético, sin violencia ni desigualdad. La utopía de lo justo, lo bello y lo fraterno no es una ensoñación, sino el único horizonte que puede garantizar nuestra supervivencia como especie. El socialismo siempre ha apuntado hacia una nueva aurora. Por el contrario, el fascismo nunca ha escondido su pasión por el crepúsculo y los ocasos wagnerianos. La muerte no puede tener la última palabra. (autor: RAFAEL NARBONA.)
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