No se oían los datos

Tararearon frustraciones soñando que el futuro sería el éxtasis de un temazo materializado. Habían pasado los mejores años de sus vidas bailando las tristezas y alegrías de desconocidos convertidos en figuras del rock. Aquellas personas no eran nadie. No se oían los datos.

Deslizamientos sobre pistas sin referencia, esnifaban el alimento de una fuente de inagotable desinformación. Las identidades se mezclaban y cualquiera podía ser cualquier otro, la música sonaba más fuerte que ninguna otra apreciación. No se oían los datos.
Los protagonistas de portada pasaban a ser escenario y los conocidísimos fracasados auténticos personajes a los que desear o no según su forma de moverse en la escena.
Era único dato accesible el que se vivía, para saber más había que buscar una máquina del tiempo que nadie deseaba.




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