Murcia y las inundaciones que nunca verás
Ayer lunes, nada más parar la lluvia, fuimos a ver la altura alcanzada del río, bueno, simplemente cruzamos dos calles desde casa.
Tras un finde muy rarico que nos oscureció tanto el humor a los disfrutones del sol que si llega a durar otros tres días más..., las víctimas por góticos-homicidios hubieran dejado los daños de la gran inundación en poco más que agua de borrajas xDD
Cuando mi conciencia animal andaba seca recuerdo disfrutar mucho de los pocos diluvios, ahora sólo puedo disfrutarlo los primeros 10 minutos, después me viene a la cabeza todo lo que he visto en las huertas y todo lo que, cobardemente, he preferido no ver.
Gatos maltratados que apenas pueden arrastrarse, vacas hacinadas que se clavan contra la fría y metalizada valla para que les dediques una mirada, perros, caballos y burros encadenados sin techo o, con la cínica concesión, de dos palmos sobre sus hocicos. Estos días se han inundado zulos, bajos, casetas, garajes, corrales y habitaciones sombrías donde los animales, antes de este golpe final, sobrevivían de puta chorra. Son las imágenes que nunca verás, sólo son daños económicos que saben llorar.
Amo la huerta, me parece un lujazo poder disfrutarla tan cerca del centro. Pero desprecio esa imagen que venden los huertanos de amantes de la naturaleza, la mayoría ve al animal como una planta móvil-plus de la que sacar un fruto del todo carnoso. El que no tiene un animal en condiciones deplorables ve cómo los tiene su vecino sin que le perturbe esta natural costumbre.
En la ciudad encuentras mucha gente mayor que, en su rutina diaria, está dar de comer a perros, gatos, pájaros, patos o palomas. Estos días, nuestros mayores no han podido pisar la calle, y vaya que si se ha notado esta falta en todos los jardines, puentes y colonias de la ciudad.
Hoy, qué gustazo, nos hemos ido a disfrutar de un sol casi tan abrupto como la violenta lluvia, ha pegado fuerte; sacaba pecho casi prometiendo que este ahogado susto no se repetiría jamás.
Nos hemos encontrado a uno de esos abuelos que lamentan no haber podido bajar tantos días "a dar de comer", me ha dejado echarle unas fotos con mi móvil de primera generación, más propio de un granjero octogenario que de una señorita -quepa como excusa que el moderno me lo SObaron en el SOS-.
Me pregunto si no es mucho más probable encontrarte a alguien así en apenas unos metros de jardín urbanita que en kilómetros y kilómetros de territorio huertano.
RAQUEL BERMÚDEZ GONZÁLEZ 2016
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